sábado, 9 de agosto de 2025

“Del Gremio al Laberinto: el Colegio sin Norte” Cuando la división entierra la esencia y la ambición silencia la voz

Por Cesáreo Silvestre Peguero 


 El Colegio Dominicano de Periodistas, concebido como escudo de la verdad y voz colectiva de los profesionales de la comunicación, ha devenido en un laberinto de egos, intereses y luchas mezquinas.   Ya no se discute por principios, sino por cuotas de poder; ya no se alza la voz por causas, sino por cargos.

La unidad, que debió ser columna vertebral de su historia, yace quebrada.

Cada quien habla su propio idioma, arma su propia trinchera, y alimenta su propio círculo…

Mientras tanto, la esencia del gremio se diluye, se ahoga, se va perdiendo como tinta en el agua.

La ética, que debió ser brújula inquebrantable, ha sido arrinconada por la diplomacia del silencio.

Y el Colegio, en vez de ser bastión moral de la nación, se ha vuelto un escenario de desencuentros estériles y gestiones sin alma.

No se trata solo de quienes usurpan el oficio con títulos comprados, sino de quienes, teniendo los títulos, han dejado de ejercer la responsabilidad moral que lo acompaña.

No es solo la economía la que hace tambalear esta institución…

Es el corazón dividido, la visión fragmentada, el olvido del propósito.

Se ha perdido el sentido de cuerpo, de causa, de comunidad.

Y cuando un gremio se fractura por dentro, deja de ser referente para la sociedad.

El Colegio no morirá por falta de fondos, sino por falta de propósito.

Y no resucitará con elecciones ni discursos, sino con arrepentimiento, renovación y carácter.

Solo si volvemos a la unidad, al respeto mutuo y a la pasión por la verdad, podremos devolverle sentido a esta casa común.

Porque sin norte, cualquier camino es caos.

Y sin unidad, el periodista se convierte en eco sin fuerza, en voz que no construye…

En gremio que no trasciende.

¿Y dónde quedó la dignidad de los locutores?

Por Cesáreo Silvestre Peguero

San Pedro de Macorís, ese rincón que ha parido voces con alma de pueblo, acaba de presenciar una escena lamentable, indigna, y cargada de sombras. En el seno de la Asociación de Locutores, donde debió prevalecer el respeto, la decencia y la ética, se ha firmado sin tinta, pero con maniobras una de las páginas más vergonzosas de su historia reciente.

¿A qué altura puede llegar la ambición disfrazada de liderazgo? ¿Cuándo se volvió costumbre que los estatutos se doblen como ramas verdes al viento de conveniencia? ¿Qué autoridad moral les queda a quienes mutilan la democracia interna para prolongar su estancia en el poder como si se tratase de una herencia familiar? ¿Quién les dio licencia para jugar con la inteligencia y la paciencia de hombres y mujeres que han dedicado sus vidas a comunicar con dignidad?

El despotismo, viejo y maloliente como un ropaje desechado por los pueblos libres, se ha vestido de modernidad en la figura de un presidente que ha confundido representación con imposición. El nepotismo, primo hermano del abuso, ha extendido su manto sobre la recién celebrada asamblea, donde la voz de la conciencia fue callada con el látigo del quórum fabricado.

Nos convocaron con el disfraz de propuestas, pero en realidad solo querían testigos para su teatro. Nos llevaron como ovejas al matadero, sin permitirnos siquiera el derecho a levantar la voz.

Quienes se prestaron a este juego sucio, ¿duermen en paz? ¿Saben que la historia guarda registros silenciosos pero imborrables? ¿Qué le diremos a las nuevas generaciones de locutores cuando pregunten qué hicimos por defender la transparencia?

Es doloroso ver cómo algunos han hipotecado su conciencia por una cuota de poder momentáneo. Han confundido los micrófonos con cetros, y las asambleas con trincheras de oportunismo. Qué bajo han caído. Qué triste espectáculo nos han ofrecido los que, ayer, parecían dignos de admiración.

No se trata de rencor. Se trata de dignidad. De la necesidad imperiosa de no quedarnos callados cuando el derecho se convierte en capricho, cuando la ética es sustituida por el cálculo, y cuando los cargos se aferran como parásitos al cuerpo institucional.

A quienes violaron la confianza colectiva, les deseo que el gobierno los premie… si es eso lo que buscan. Pero que el pueblo, y en especial la conciencia gremial, los repudie con la memoria y la verdad.

Porque la voz que se respeta, no es la más fuerte, sino la más limpia.

Los muros invisibles de los derechos humanos

Por Cesáreo Silvestre Peguero


República Dominicana parece haberse convertido en el país con más comisiones de derechos humanos por kilómetro cuadrado, y sin embargo, paradójicamente, también en uno de los más sordos ante el clamor del pueblo. La noble causa de proteger la dignidad humana se ha fraccionado en silos, donde muchas de esas entidades que un día se levantaron como vigías de la justicia hoy operan como fortalezas cerradas, alejadas del alma popular, y temerosas de dejar que nuevos vientos oxigenen su misión.

Hay, según recuentos recientes, más de trece comisiones y organizaciones de derechos humanos actuando de manera paralela en nuestro suelo. Algunas llevan nombres resonantes, otras caminan en la sombra, pero muchas comparten una preocupante similitud: el hermetismo.

¿Qué sentido tiene multiplicar las siglas, si no se multiplica el compromiso? ¿Para qué sumar nombres y estructuras, si se resta transparencia y vocación? ¿A quién sirven estas entidades si no abren sus puertas a la juventud, a los barrios, a la voz indignada de los olvidados?

Cuestionar no es atacar, es despertar. Interpelar no es destruir, es intentar salvar lo que se desvía. La crítica sana es parte del oxígeno institucional. Y hoy, con tono solemne pero sin miramientos, se hace necesario llamar a una reflexión seria: ¿Estamos cuidando los derechos humanos o simplemente administrando su imagen?

¿Estamos renovando las directivas, o eternizando los liderazgos en tronos invisibles?

¿Estamos abriendo espacio al relevo, o temiendo que la sangre nueva revele las grietas?

La lucha por la dignidad del ser humano no puede ser propiedad privada, ni bastión cerrado, ni escenario para egos enclaustrados. Se trata de una cruzada ética, de servicio constante, de vigilancia sin horarios ni conveniencias.

Los pueblos no se redimen con siglas… sino con almas comprometidas.

Que las organizaciones de derechos humanos vuelvan a ser puentes, no muros. Que sus oficinas huelan a pueblo, no a olvido. Que las renovaciones no sean un tabú. Que sus líderes escuchen, integren, abran… antes que el tiempo los cierre.

viernes, 1 de agosto de 2025

Fundación celebra Código Penal sin tres causales y llama a su aplicación rigurosa


SAN PEDRO DE MACORÍS, 31 de julio del 2025.– El Senado de la República acogió este jueves el informe y las observaciones
remitidas por la Cámara de Diputados, y aprobó en única lectura la pieza legislativa que da origen al nuevo Código Penal de la República Dominicana, con 393 artículos, dejando atrás una normativa de 141 años de vigencia. 
La iniciativa, numerada como 00437, fue respaldada por 26 senadores, con un único voto en contra emitido por Antonio Taveras Guzmán (PRM-Santo Domingo), quien expresó no haber conocido los cambios introducidos por los diputados.

La Fundación Cívica y Cultural Periodismo Con Sentido, que preside el periodista Cesáreo Silvestre Peguero, celebró la aprobación del nuevo Código sin la inclusión de las llamadas tres causales, reafirmando su postura provida y su rechazo categórico a la legalización del aborto, por considerarlo contrario a la ley divina. La entidad ha desarrollado iniciativas de concienciación como el documental Causas y consecuencias del aborto en las adolescentes, en defensa de la vida desde la concepción.
“La defensa de la vida es un principio innegociable, conforme a la ley de Dios y a los valores cristianos que sustentan nuestra nación”, expresó Silvestre Peguero.
El comunicador manifestó su satisfacción por el hecho de que el nuevo Código tipifique y sancione con mayor severidad los delitos de corrupción administrativa, incluyendo el enriquecimiento ilícito y el peculado, estableciendo penas que comprenden prisión, multas e inhabilitación para ejercer cargos públicos. También valoró la inclusión de un plazo de prescripción de veinte años para este tipo de delitos.
No obstante, exhortó a que esta nueva legislación se aplique sin privilegios ni selectividad, advirtiendo que en la práctica dominicana “las leyes existen, pero muchas veces no se cumplen”, y que la justicia suele pesar más sobre quienes carecen de influencias o de apellidos poderosos.
 “En este país tenemos muchísimas leyes. Lo verdaderamente trascendente es que se apliquen con justicia y sin excepción”, concluyó.

Ahora se espera que el presidente Luis Abinader promulgue la ley en los próximos días para su entrada en vigor.

jueves, 31 de julio de 2025

RECONOCER AL OTRO: UN ACTO DE DIGNIDAD Y LUZ

Por Cesáreo Silvestre Peguero


Hay una delgada línea entre adular y reconocer…

Una línea que no todos saben caminar con decoro,

porque no se trata de palabras bonitas, sino de la intención que las sostiene.

Adular es una sombra con sonrisa.

Es elogiar por interés, por conveniencia,

con esa exageración servil que embriaga el ego del otro,

pero vacía el alma de quien lo dice.

Reconocer, en cambio, es luz compartida.









Es ver el mérito ajeno y tener la nobleza de aplaudirlo

sin temor a perder brillo propio. Es un gesto sincero que nace del respeto, no del cálculo… ni del halago oportunista.

Yo, que he biografiado a tantos compañeros de oficio,

lo he hecho despojado de toda vanidad,

como quien rinde homenaje a la dignidad ajena

y también honra la suya.

No temo engrandecer a otros.

No creo que reconocer al hermano

me empequeñezca.

Al contrario, cada historia que narro, cada mérito que exalto,

es un acto de gratitud a la vida,

y una siembra de justicia en terreno árido.

Porque hay quienes nunca aplauden los aciertos,

pero están prestos a señalar los errores.

Callan ante el mérito, pero gritan ante la falla.

Y lo hacen sin haber tenido jamás

el valor ni la dignidad

de celebrar lo bueno antes de condenar lo imperfecto.

Por eso, reconozcamos.

Reconozcamos mientras hay aliento,

mientras la voz puede aún acariciar la honra del otro,

porque de nada sirve el elogio póstumo

si antes fuimos mezquinos.

Que el ejercicio de la palabra, sea también ejercicio de justicia.

Y que la conciencia no se nos duerma

en el cómodo sillón del egoísmo.

Reconocer al otro no es perder…

es ganar humanidad.

miércoles, 30 de julio de 2025

Estatura moral y profesional de Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

Por Cesáreo Silvestre Peguero 


El deber de reconocer en vida a quienes siembran luz:

SAN PEDRO DE MACORÍS.- Hay hombres que no hablan:

pronuncian cátedras vivas. No escriben: cincelan con verbo de acero y poesía de conciencia. Hay seres como Enrique Cabrera Vásquez “Mellizo” cuyo dominio de la palabra no es una simple habilidad, sino una armadura de ideas, una espada en defensa de la verdad. Su elocuencia no es flor de ornato: es llama, es látigo, es bálsamo.

Algunos teóricos sostienen que la elocuencia es innata. Pero lo innato, si no se cultiva, se marchita. Mellizo ha regado su talento con la savia del estudio, la lectura ferviente, la lucha limpia y el ejercicio persistente de una comunicación que no busca el aplauso fácil, sino la transformación del alma. Es un poeta de la tribuna, un orador de pensamiento hondo, un sembrador de conciencia en cada sílaba.

Sus discursos no son pronunciamientos: son actos de redención. Sea en un homenaje, en una plaza, o en un foro de denuncia, su voz adquiere la textura de la historia, el filo de la justicia y el consuelo de la esperanza. Nadie en esta ciudad ha elevado tanto el nivel del discurso público como él. Es un artista del verbo y un actor consagrado del pensamiento, sin dobleces ni maquillajes.

Enrique no solo comunica: educa, guía, forma. Ha sido maestro sin claustro, mentor sin pupitres. Su forma de vivir es en sí misma una clase de integridad. Franco, firme, desprendido, es de los pocos que no negocian con la conciencia ni se prostituyen con la fama. Se ha mantenido fiel a sus principios, aun cuando eso le costó el encierro, el hambre, la soledad y casi siete años de cárcel bajo el régimen de Joaquín Balaguer.

Aquel tiempo de sombras no doblegó su espíritu. Se mantuvo en pie, mientras otros se inclinaban al oro corruptor. Mellizo eligió el camino estrecho del sacrificio y la dignidad, donde pocos transitan. Nunca ha vendido su pluma, ni su voz, ni su alma.

Con la serenidad del que ha visto lo peor y no ha perdido la esperanza, responde con sabiduría:

“Aquí hay colegas que son bandidos, sí, pero también hay muchos héroes anónimos del periodismo. Ser periodista no debe ser excusa para chantajear ni extorsionar. La ética no se negocia.”

Con profunda honestidad, confiesa que su sueño de niño era ser médico… o quizás sacerdote. Su camino cambió, pero no su vocación de servicio.

“Nunca soñé con ser rico, sino con vivir con decencia. Para hacerse millonario en el periodismo hay que venderse… y yo no estoy en venta.”

Mellizo Cabrera ha sido faro en medio de un mar revuelto. Sus libros, sus conferencias, sus editoriales desde El Coloso de Macorís son ecos de una verdad sin afeites. Pero como suele pasar en pueblos enanos de espíritu, los grandes son ignorados, los valientes son marginados, y los hombres de luz caminan en tinieblas sociales.

Nadie puede negar que él es un archivo viviente, una enciclopedia ambulante que San Pedro de Macorís no ha sabido valorar. En otras ciudades hubiese sido decano, ministro, o al menos director de un canal con apoyo pleno. Pero aquí… aquí lo han rodeado la hipocresía y el silencio mezquino de quienes prefieren aplaudir a los que denigran y compran honores con billetes sucios.

Mellizo ha vivido con modestia, pero con riqueza de espíritu. Ha sido padre, dirigente, periodista, filósofo, historiador. Ha escrito libros, ha formado jóvenes, ha sembrado sueños en terrenos áridos. Ha sido brújula y refugio.

Y sin embargo, como él mismo lo sabe, este país tiende a rendir tributo cuando ya el cuerpo ha sido sepultado.

CONCLUSIÓN

Que este escrito no sea una elegía anticipada. Que no tengamos que mirar atrás con remordimiento, sino hacia adelante con gratitud.

La sociedad tiene una deuda moral con hombres como Enrique Cabrera Vásquez.

No permitamos que el egoísmo, la envidia o la indiferencia sigan matando en vida a quienes nos elevan como pueblo.

Aprendamos a valorar a los íntegros en su tiempo, a los sabios en su madurez, a los justos en su lucha.

Porque quien no honra en vida a sus héroes cotidianos… no merece sus legados cuando mueren.

FRANCIS ANÍBAL: EL HONOR DE SERVIR INFORMANDO

Por Cesáreo Silvestre Peguero

El periodismo verdadero no se alquila, no se arrodilla, no se vende en los mostradores del oportunismo. Se cultiva como vocación, se ejerce como servicio. En medio del ruido mediático y de la banalidad rampante, surge la figura firme y callada de Francis Aníbal, ejemplo viviente del periodista íntegro.

Él no busca parecer, él es. Rehúye las poses y prefiere el camino del deber silencioso. No lo detiene el escaso pago ni lo seduce la popularidad. Va donde lo llama el hecho, se presenta al lugar de los acontecimientos, aun cuando el peligro esté latente. Su oficio no es para él una herramienta de ascenso social, sino una misión divina, asumida con humildad y entrega.

Posee el don poco común del olfato periodístico, esa intuición que le permite detectar la noticia donde otros solo ven rutina. Lo impulsa una certeza: “Informar es un placer que asumo como deber”, ha dicho. Y no es una frase aprendida: es su vida misma.

Produce dos espacios emblemáticos en la radio del este del país: “Las Policíacas” y “Servicios a la Comunidad”. En uno, da cuenta de los hechos trágicos con respeto y sin sensacionalismo; en el otro, se convierte en puente entre el que ha perdido algo y la esperanza de hallarlo. En ambos, late su compromiso con la gente.

Ser vocero de todos ha sido lo más difícil, confiesa. Porque tomar partido por la verdad en una sociedad saturada de intereses es un sacrificio que pocos entienden. Pero él lo ha elegido. Y lo agradece: “Al principio soñaba con ser licenciado en finanzas… luego descubrí que prefería ser el vocero de todos. Eso lo agradezco a Dios”.

Su voz resuena en Radio Dial, Sultana FM, Sterio 98, y en medios nacionales como el Listín Diario, el Noticiario Popular y el Hispanoamericano de los Estados Unidos. También editorializa en COC Radio, donde deja constancia de su pensamiento claro, libre y sereno.

Su andar es largo. Su inicio fue en Radio Mar, en los años 80 del siglo XX. Desde entonces, ha sido canal para que otros vean resueltos sus problemas. Él no presume de sus logros, pero su mirada tranquila delata la paz interior del que ha cumplido con su deber. Se aparta del bullicio, de la prisa, de la superficialidad que rige este tiempo que corre sin alma.

No se siente del todo realizado, pues cree que siempre hay nuevos terrenos que explorar. Y es que su humildad no le permite dormirse en laureles. “Tengo salud, libertad y familia dice, eso me da felicidad. Si Dios me da un limón, hago limonada, y dejo que Él dirija mis pasos”.

Le preocupa la juventud que se pierde, esa que no estudia ni trabaja, que anda por caminos oscuros. “Hay jóvenes en las sendas de Satanás dice con dolor. A ellos les exhorto a estudiar, a conocer las Escrituras, a superarse. Ver a alguien estudiando me llena de alegría. Verlos desviarse, me apena profundamente”.

La felicidad, para Francis, está en la convivencia pacífica entre los hombres. La halla en los actos nobles, no en las confrontaciones, ni en la arrogancia. Aspira a seguir comunicando con verticalidad, con profesionalismo, con una verdad que no cede ante la conveniencia. No se describe a sí mismo con grandilocuencias: “Soy un mensajero de la paz. Mi conducta la dirijo según el evangelio”.

Nacido el 4 de octubre de 1962, en Quisqueya, Francis Aníbal es padre de Miguel Aníbal y Diosi Mercedes, fruto de su unión con Mercedes Jiménez. Se formó en la escuela Virgen de la Caridad del Cobre y el Liceo Eugenio María de Hostos, donde comenzó a forjarse esa mirada crítica y sensible que hoy lo distingue.

En sus ojos verdes se refleja una esperanza intacta, esa que espera ver surgir más seres humanos que, como él, sirvan con entrega y dignidad. Su utilidad es evidente, su altruismo palpable. No necesita aplausos, pues la conciencia limpia le basta.

Y sin embargo, muchos copian sus noticias y sus fotos sin darle crédito. Pero lo más valioso su ejemplo pocos se atreven a imitarlo. ¿Por qué no copian también su vida sencilla, su fidelidad al pueblo, su capacidad de servir sin esperar recompensa?

A un lado la altanería y la arrogancia. Viva la práctica de Francis Aníbal. Viva el periodismo como vocación sagrada.